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No me interesa tu colegio

El volante me lo entregaron en la calle y dice así: “Soy Victoria (1er apellido) (2º apellido), arquitecto PUC, ex alumna del Colegio Los Andes y apoderada del Colegio Tabancura. Quiero ser tu concejal para continuar haciendo de (comuna de altos ingresos) el mejor lugar para vivir”. El mail lo leí en redes sociales y dice así: “Soy Matías (1er apellido) (2º apellido), vecino de la comuna, casado con Magdalena (1er apellido) y con 4 maravillosos hijos. Estudié en el Colegio Verbo Divino y en Ingeniería en la PUC. Quiero comentarles que con mucha fuerza y energía me presento a mi primera reelección como concejal por (comuna de altos ingresos)”. En pleno siglo XXI y a menos de dos meses de las elecciones municipales, ésa es la forma de presentarse de algunos candidatos a concejal en una de las comunas más privilegiadas de Santiago. Como si fueran títulos nobiliarios, los colegios y las universidades de procedencia son utilizados para generar empatía, atraer votos y “dar confianza”. Peor aún, si uno revisa el programa de trabajo de uno de estos candidatos, de quienes hemos evitado usar sus apellidos pues nos interesa el problema de fondo y no el bullying personal, uno se encuentra con que las principales -y muy escasas- propuestas apuntan a temas tan livianos como wi-fi gratis en plazas y eliminación de bolsas plásticas. Y en el otro caso, apenas uno entra en su página web, se confirman las sospechas: lejos lo más importante es que el hombre tiene cuatro hijos, que está felizmente casado con tal señora, que estudió en tal colegio y en tal universidad y que, además, lidera una asociación de bridge. Se trata de uno de los problemas más profundos que vive la elite de Chile, muchas veces sin tener la más mínima conciencia de aquello: somos pocos, nos sabemos oler y de ahí no queremos salir. “La causa de la incapacidad de innovar es la cultura empresarial extremadamente cerrada. Los empresarios chilenos vienen de los mismos 3 ó 4 colegios, de dos universidades, de los mismos apellidos y tienen dificultades para relacionarse con los que no pertenecen a su mundo. Esta característica hace que Chile sea un país que no da oportunidad de movilidad a su propia gente y no se beneficia del talento que existe en el resto de los países”, dice el prestigioso economista Ricardo Hausmann en una entrevista de Ciper. Nos hace mal la endogamia, nos cuesta cara la sensación de casta de la elite chilena. Frena la diversidad, atropella la creatividad, incentiva los monopolios y la colusión. Y cuando se trata de ciudad, de elegir a nuestras autoridades, en este caso a los concejales, nos aleja de lo verdaderamente relevante, de las preguntas (y respuestas) que realmente debemos exigirles a estos candidatos: ¿Cómo hacemos de nuestra comuna una más justa, pensada para niños y ancianos, más segura, con mejor transporte público, con mejores áreas verdes, más diversa, más transversal y cada día más integrada al resto de la ciudad? Ésas son algunas de las muchas propuestas que sí importan, ese es el accountability que le haremos al concejal cuando termine su período, no si tuvo más hijos durante los cuatro años o si sigue casado con fulanita. En una metrópolis como Santiago, donde hay 52 comunas que se miran el ombligo y carecemos de un Alcalde Mayor que vele por los intereses del todo antes que de cada una de las partes, es fundamental la diferencia que pueden hacer concejales y alcaldes preparados, capaces, sensibles a los grandes temas urbanos y con una visión generosa acerca de cómo hacer ciudad. Por favor, exijamos propuestas serias, pidamos capacidad y dejemos de premiar la tontera.