Captura de pantalla 2018-11-20 a la(s) 02.09.51
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No me toques mi parque

Ha nacido un nuevo estilo de ciudadano. Ese que considera que el lugar donde vive, léase su calle, la plaza más cercana a su casa o cualquier hito del barrio al que pertenece, es suyo y de sus vecindarios. De ellos y de nadie más. En Estados Unidos primero los llamaron NIMBY´s, por “Not In My Backyard” o “No en mi patio trasero”. Pero, como últimamente se han vuelto más radicales, ahora los denominan BANANA’s, por “Build Absolutely Nothing Anywhere Near Anything” o “No Construir Absolutamente Nada en Ninguna Parte Cerca de Nada”. Es gente que se opone a cualquier cosa que se quiera hacer en sus inmediaciones. Individuos, muchas veces organizados, que niegan de manera radical cualquier forma de desarrollo urbano. Para ellos, su barrio es su patio trasero y el resto de los habitantes de la ciudad nada tenemos que opinar. El caso más evidente que se da hoy en Santiago es el de la agrupación Salvemos al Parque San Borja. Si usted no conoce ese parque, le cuento que se trata de un área verde de carácter público de más de dos hectáreas que está detrás del Hotel Crowne Plaza y al lado de la Remodelación San Borja. Es, además, el lugar donde fue brutalmente atacado Daniel Zamudio. Pues bien, a fines del año pasado, y luego de un concurso de diseño de arquitectura donde participaron varias oficinas, el estudio liderado por Cristóbal Tirado se adjudicó el diseño del proyecto del “Parque Museo Humano San Borja”. ¿De qué se trata? “Es una iniciativa impulsada por el Municipio de Santiago en conjunto con la Fundación Piedra Viva de Peñalolén. Su objetivo es mejorar este hito urbano de la comuna, para entregar a los vecinos y a la ciudad un área verde en la que conviva la vida barrial con un museo único en Chile, que contempla un parque escultórico con obras al aire libre y en un pabellón subterráneo donde se expondrán las esculturas del destacado artista nacional Mario Irarrázabal”, explican en sanborja.munistgo.cl. Se trata de un proyecto notable: se desplegarán más de doscientas esculturas entregadas en comodato por ese tremendo artista chileno que es Irarrázabal; se crearán juegos de agua para los niños, se aumentará la cantidad de árboles y se acercará visualmente el parque hacia la Alameda, para que pueda ser disfrutado por más ciudadanos. Un sueño para cualquier ciudad, qué duda cabe. ¿O usted cree que hay muchas urbes en el mundo que se pueden dar el lujo de tener un parque con cientos de esculturas de uno de sus artistas más importantes? Pero no. A un grupo de vecinos, simplemente, no les gustó. Los voceros de Salvemos al Parque San Borja dicen que no tuvieron voz ni voto en el concurso, a pesar de que hubo un delegado de la Junta de vecinos en el jurado. Dicen en su sitio web que “este proyecto es un claro atentado al medio ambiente y a la calidad de vida” y critican la supuesta reducción de las áreas verdes y el supuesto aumento de superficie pavimentada, a pesar de que las bases del concurso prohíben la tala de árboles y que la propuesta ganadora aumenta en 20% la masa arbórea. “Va a seguir siendo el Parque San Borja ante todo, nadie viene acá a cambiarle la identidad. La intención es tratar de mejorar el parque, si tú haces las mediciones de todos los pavimentos duros, te das cuenta que es el 45% del total del parque y el proyecto los va a bajar a un 29%. Lo mismo con la masa arbórea”, explica el arquitecto Cristóbal Tirado en La Segunda. Y agrega, respecto del rechazo a la instalación de las 238 obras de Irarrázaval, que “esto es una falta de respeto hacia la obra del artista, pues estamos hablando de uno de los grandes representantes del arte nacional que gracias a Dios todavía está vivo”. De no creerlo. Peor aún, el fundamentalismo Nimby usa todo tipo de artillería para ir tras sus objetivos. Si la autoridad edilicia no está de su lado, acuden al bullying personal. Si un destacado urbanista como Iván Poduje tuitea “112 vecinos de torres de San Borja piden anular un concurso público del parque Museo Humano, hablando a nombre de la «ciudadanía» de Stgo”, entonces lo tratan de desprestigiar acusándolo de bloquear seguidores. Si hay que hacer comparaciones visuales entre una foto real del parque y una imagen virtual del proyecto, para que la primera se vea bien verde y la otra más grisácea, no se hacen problema. Si una concejala de la comuna que los apoyaba decide dejar de hacerlo, la tratan públicamente de mentirosa. Si hay que buscar el adjetivo más sensacionalista, escriben frases como “nos unimos para despertar conciencia pública respecto de las catastróficas consecuencias que acarreará para todo el barrio”. Aquí la agenda es clara. Lo que se busca es la mantención del statu quo, que no haya cambio alguno, que no haya intromisión en ese terruño que se siente propio, privado, con nombre y apellido. ¿El resto de la ciudad? Poco importa. ¿El aporte cultural gracias a la generosidad de un tremendo escultor? No les interesa. ¿La nueva infraestructura que beneficia a niños y adultos? No la ven. Así funciona la miopía del ciudadano integrista. Sólo ve lo que quiere. Sólo pelea por su patio trasero.