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Sin rodeos

Hoy es 18 de septiembre y necesito hablar del rodeo. Para eso, permítanme comenzar  con  una frase de Mahatma Gandhi.  “Un país, una civilización, se pueden juzgar por la forma en que tratan a sus animales”. Desde 1962, el rodeo es el deporte nacional de Chile. Tal cual: Deporte. Nacional. De Chile. Curioso, por decir los menos. Pues, se trata de una actividad que protagonizan los dueños de fundo y donde la actividad deportiva consiste en subirse arriba del caballo y “atajar” a un novillo, intentando de esa manera lograr cuatro puntos buenos. ¿Usted sabe de dónde viene la palabra huaso? Del quechua. Significa “hombre al anca” y fue la manera en que los pueblos originarios llamaron  a los españoles. Es decir, desde su origen hay jerarquía y sumisión entre el huaso (que va arriba de un caballo) y el de a pie. Esto es importante, pues si bien los seres urbanos llamamos huaso a cualquier cosa que huela a campo, lo cierto es que hay una tremenda diferencia entre el huaso y el campesino. El primero es el patrón, el que manda. El segundo es el que obedece. Por eso, es raro que sea nacional algo que viene desde la elite: no hay rodeo sin caballo y no hay caballo sin plata. Menos hace cien años, cuando lo que se vivía en las haciendas patronales era lo más parecido a una sociedad estamentaria, sin movilidad social alguna. Pues bien, no es el origen clasista lo más grave de este “deporte nacional”.  Es la cobardía que hay detrás. Y no sólo estoy hablando de esos dos huasos arriba de de dos caballos dándole como caja a un novillo que está abajo, solo e indefenso. Eso no es el peor. Son frases como ésta. “Debe ser el deporte donde menos sufre el animal. Salen pa’ fuera saltando”, dice Arturo Montory, historiador,  estudioso del caballo chileno y una especie de Sergio Villalobos para los huasos, en el estupendo documental “Este ChileNO”  (http://www.youtube.com/watch?v=2oUA6FiMS78). En ese mismo trabajo audiovisual, el  activista pro animal, David Gómez, cuenta con evidente cara de ironía que “en la Federación de Rodeo dicen no que no hay maltrato, que hay todo un reglamento para que el animal no sufra”. Basta poner en Google “maltrato + rodeo” para desacreditar cada una de esas afirmaciones de los dirigentes e “intelectuales” de esta actividad sádica. Es como Manuel Contreras diciendo desde la cárcel que en Villa Grimaldi no hubo tortura. O como Arellano Stark en la serie “Voces del desierto”, cuando al enfrentar a la justicia dice que nunca supo de la Caravana de la Muerte. Hay una sola cosa peor que un torturador: uno que se hace el huevón, que ni siquiera tiene la decencia para asumir su indecencia. Eso es lo más asco me da del rodeo. Si al menos estos “deportistas” asumieran que destruyen a los novillos por dentro, que la collera que forman los dos huasos con los dos caballos es una verdadera máquina de dolor y humillación, entonces habría que reconocerles una honestidad brutal. Pero no, necesitan que su actividad sanguinaria sea deporte nacional, se visten con tenidas de varios millones de pesos y mandan a sus representantes a decir que lo de ellos es un inofensivo juego de campo. Permítame decirle una cosa, señor huaso que se dedica o complace con el rodeo: es usted muy poco hombre.