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La realidad se puede transformar

Es curioso. Uno googlea el nombre Isidora Paz López y la mayoría de los links que aparecen son en inglés. Eso sí, te llevan a las publicaciones más importantes del mundo en cuanto a mosaicos. No hay casi nada en español, a pesar de que esta mujer es chilena. Y que ha hecho mucho por esta patria. Especialmente, por la comuna más poblada: Puente Alto. Retrocedamos al año 2011. Luego de ser invitada por el alcalde Manuel José Ossandón a llenar de mosaicos los pilares y estaciones del metro, esta escultora y ceramista, junto a un pequeño equipo de ocho artistas -que luego fue creciendo hasta llegar a sesenta personas-, se enfrentaron a un desafío gigante: levantar el mural de mosaicos más grande de Latinoamérica. Se trataba de que los cuatro kilómetros de metro en superficie que pasa por esa comuna, y que implica 84 pilares, fueran cubiertos de arte. Se aprovecharía, además, de educar. Es decir, que esta obra de gran envergadura le mostrara a los puentealtinos la flora y fauna de la pre cordillera. Volvamos por un instante a 2016. La Municipalidad de Puente Alto debe ser única en el mundo. Ciento ochenta metros cuadrados de su frontis están cubiertos por el trabajo de sesenta artistas internacionales, los cuales vinieron desde 23 países a la “Primera Intervención Urbana Internacional de Mosaicos”. Detrás de este nuevo hito también estuvo Isidora Paz López. Fue la responsable de organizar, diseñar y hasta acomodar a todos estos grandes del arte hecho con cerámica. ¿Se da cuenta de que llevamos varias líneas hablando de dos cosas? De Puente Alto y de mosaicos. Por algo, el actual alcalde de la comuna, Germán Codina, ya habla de “la capital del mosaico” y pronto la señalética de las calles usará fotos de los mosaicos como una manera de profundizar este vínculo. Y aquí retornamos a 2011. Y a un concepto: la identidad. Lo que empezó a construir en ese momento Isidora Paz López y sus colaboradores en los muros del metro es algo inmenso: un trampolín, un catalizador para cambiar la forma en que una comuna estigmatizada se ve a sí misma. A Puente Alto la han discriminado por años con apodos que no vamos a repetir aquí, pero que son bullying puro y duro. Hoy, poco a poco, con un argumento de cuatro mil metros cuadrados de mosaico (eso mide el fantástico mural del metro) y decenas de argumentos más que se han ido levantando, como el homenaje a Nicolás Massú y Fernando González en el Parque Domingo Tocornal, el que se le hizo a Charles Aránguiz en su primer club, Nueva Esperanza; y los que se encuentran en el Estadio Municipal, el Hospital Sótero del Río, la Plaza Bernardo O´Higgins, el Consultorio Alejandro del Río y la Escuela Las Palmas, la comuna tiene un fantástico elemento diferenciador que le da una imagen, una marca, un relato. Y todo eso se está construyendo con arte, con una comunidad orgullosa de sus mosaicos, que los cuida, los defiende y los quiere seguir expandiendo. Esto es más que importante. Es un cambio profundo que mejora la autoestima de un grupo tremendo de ciudadanos. Es el arte alterando la identidad de un lugar donde vive medio millón de personas. “La repercusión positiva que este proyecto ha tenido en Puente Alto ha sido asombrosa y ejemplificadora. Si lo tuviera que describir en una sola palabra, esta sería “transformacional“. Hemos visto como a través del arte ha cambiado el espíritu de una comuna y la percepción que los habitantes tienen de su entorno”, dice Isidora Paz López desde Alemania, donde vive actualmente. Si alguien necesita argumentos para demostrar que la realidad se puede transformar, en Puente Alto hay millones de trozos de cerámica dispuestos a prestar su testimonio.