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El “elefante blanco” resucita después de 40 años

Iba a llamarse “Hospital del Empleado” pero terminó siendo recordado como el “elefante blanco” más grande de Santiago. Durante 40 años, el Hospital Ochagavía fue una gigantesca ruina de hormigón que le dolía a la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Hoy, este sector de la capital donde no hay un solo cajero automático, ve cómo por fin se reciclan esos 84.000 metros cuadrados para convertirse en el “Núcleo Ochagavía”, un centro logístico y empresarial que además tendrá bancos, farmacias, clínicas y todo tipo de equipamiento.

A cargo de la oficina de arquitectura del Premio Nacional de esa especialidad, Juan Sabbagh, pareciera que finalmente llegó el momento de redención para esta mole. No en forma de hospital público, como hubiesen querido dos ex presidentes de Chile, pero sí como un proyecto que mejorará la calidad de vida de sus habitantes al entregar servicios tan escasos en esa comuna.
La historia es así. Durante el gobierno de Frei Montalva se decidió levantar el hospital público más grande y moderno de Sudamérica. A cargo del diseño estuvo el arquitecto chileno Hernán Aubert, quién proyectó un edificio con 1200 camas. Si bien en la administración de Frei no se construyó ni un metro cuadrado, Salvador Allende le inyectó energías renovadas. En enero de 1971 se autorizó la construcción y las obras se iniciaron en marzo.

Se calculaban 45 meses y 1000 obreros para terminarlo, pero cuando sólo iban 30 meses de trabajo, llegó el golpe militar y ese fue el comienzo del fin. Como se trataba de un ícono constructivo del depuesto gobierno de izquierda, se decidió suspender las obras por “altos costos operacionales y mala calidad arquitectónica”. Empezaba a narrarse la triste leyenda de este elefante blanco.

Para sumarle oscuridad al edificio, el arquitecto Hernán Aubert casi se mató en el lugar. “En octubre de 1973 llevó a las nuevas autoridades militares del Hospital Ramón Barros Luco a visitar la mole. Subieron hasta la azotea. Dio un paso en falso y cayó cuatro pisos por la caja del ascensor, rompiendo andamios y maderas. Tuvo una lesión cervical y contusiones graves. Sobrevivió sólo porque media 1.95 y era de estructura atlética. Nunca más quiso volver a la construcción”, cuenta el periodista Roberto Farías en el diario La Tercera.

Era tal el poco interés que tenían las nuevas autoridades del país por el edificio, que incluso rechazaron el ofrecimiento de la empresa alemana Siemens, que estaba dispuesta a terminar la obra a cambio de habilitarla con sus equipos médicos. En 1999, el MINVU vendió el edificio y los terrenos colindantes en 42.000 UF, una cifra que demuestra que para el Estado este edificio era un verdadero “cacho”. Después de más de una década sin que la Inmobiliaria Mapocho, la nueva dueña del terreno, se decidiera a poner manos a la obra, el 2013 fue la empresa Megacentro la que compró y, finalmente, empezó la acción.

Hoy los trabajos avanzan, la gigantesca estructura empieza a mostrar una nueva cara y los vecinos ya hacen cuenta regresiva para que la ruina de paso a un moderno centro de negocios y servicios.