Sabemos dos cosas. Mañana tendremos nuevo presidente y será un hombre. ¿Cuál? Para estos efectos, da lo mismo. Nuestro sistema de gobierno dura cuatro años y es sin reelección. Un desastre. Si ya los latinos somos poco proclives a pensar en el largo plazo, esto sólo incentiva a gobernar teniendo en mente proyectos que se puedan tangibilizar en menos de 48 meses. Hay excepciones por suerte, como el Metro, pero sólo confirman la regla.
Uno de los altos costos de este sistema político es el recambio de autoridades cada vez que entra un nuevo presidente, especialmente si el que gana es de oposición. Se pierden kilos de experiencia acumulada, redes, capacidad operativa. Se cortan programas, muchas veces exitosos, por simple resentimiento o como ajuste de cuentas. Se amputan equipos de trabajo que ha costado un mundo formar y cohesionar. Es un sinsentido. Un despilfarro. Y una zancadilla para los ciudadanos, que estamos mucho más preocupados del accionar del Estado como ente garante de derechos y de comunidad social que vela por nuestro futuro, antes que de aparato para los caprichos de un personaje que entra y sale cada cuatro años.
Señor presidente, le pido que no destruya lo que ha costado tanto destruir. Por favor mantenga lo que funciona bien. Piense en Chile primero. Y asuma lo que es obvio: el camino al desarrollo será una infinita carrera de vallas si partimos de cero con cada elección presidencial.
Déjeme darle dos ejemplos de buena gestión que hay que mantener y potenciar. Sé que es injusto dar nombres, porque eso implica dejar a muchos afuera, pero a veces vale la pena jugársela. Primero. El Intendente Metropolitano. Claudio Orrego ha sido el mejor intendente de nuestra capital en los últimos 20 años. Por respeto a ese gigante que fue Fernando Castillo Velasco, quien dirigió Santiago entre 1993 y 1994, no me atrevo a decir que la calidad de la gestión de Orrego supera comparativamente las dos décadas, pero si no, me arriesgaría a expresar que su alcance llega hasta 1927, cuando el gran Alberto Mackenna termina sus seis años de gestión. Con menos presupuesto que la Municipalidad de Las Condes y con atribuciones mínimas (esa es la dura realidad del cargo de Intendente), se las ha arreglado para desarrollar un plan que busca limpiar el Mapocho de vertederos ilegales (Mapocho Limpio), llamó a concurso para convertir el cerro Chena en Parque Metropolitano, logró financiamiento para el Mapocho Pedaleable e inventó las Plazas de Bolsillo junto al MOP. Pero más importante aún, Orrego contagia su amor por Santiago a quien lo escuche. Decidido a terminar con la segregación en la capital, es el primer Intendente en durar cuatro años en el cargo desde Luis Pareto (1990-1994) y es un fiel promotor de la movilidad sustentable, por lo cual usa frecuentemente su bicicleta para ir al trabajo. Abogado, posgrado en Políticas Públicas en Harvard, ha sido concejal, ministro, alcalde y ha trabajado en el mundo privado. Es el mejor para el cargo. Así de simple.
Segundo. El director del Parque Metropolitano. Mauricio Fabry ama lo que hace, sabe de lo que habla, al igual que Orrego ha construido un gran equipo de personas y el parque, el cuarto más grande del mundo, ha brillado este 2017 en la celebración de su primer siglo de vida. Pero además hay que sumar otros 18 parques en Santiago que son administrados con un altísimo estándar de calidad por Fabry y su gente, los que en total reciben 30 millones de visitas en el año. Médico veterinario con especialización en Estados Unidos, apasionado por su pega y gran promotor de ese hito santiaguino que es el Parquemet, Fabry es el mejor para el cargo. Así de simple. Señor presidente, por favor inspírese en estos dos ejemplos de gestión y pasión por el trabajo, y deje que los buenos sigan haciendo su pega.