Plazas de bolsillo, paseos peatonales transitorios, parklets, canchas de bolsillo. Todos estos tecnicismos y anglicismos son, hoy en día, parte de la realidad de Santiago. Vivimos tiempos urbanos nuevos y con otro tipo de necesidades. La densificación de la ciudad, el hecho de que hoy sean cientos de miles de personas las que viven en departamentos sin acceso a áreas verdes, sin el jardín tan clásico de la casa de antaño (por chico que fuera), nos ha llevado a esperar y exigir otras cosas del Estado y de quienes administran la ciudad. Desde ese escenario, apareció con fuerza en los últimos dos años el urbanismo táctico, es decir, la capacidad de construir ciudad de manera provisoria, aprovechando espacios residuales como son los terrenos eriazos en plena metrópolis o, derechamente, interviniendo espacios de alto tráfico con experimentos urbanos.
Partamos por este último formato. Desde diciembre pasado, tres cuadras de la calle Bandera, en el corazón del centro de Santiago, se transformaron en el Paseo Bandera. Una pintura gigante recorre el suelo, hay mobiliario especial, plantas y, lo que debiera volver a ser una congestionada calle repleta de buses y autos desde septiembre en adelante, cuando termine el trabajo de la Línea 3 al otro lado de la Alameda, es hoy un espacio público que tiene felices a los santiaguinos. A pocas cuadras, en Santo Domingo con Teatinos, está desde un año antes la mayor de las más de diez plazas de bolsillo que se han levantado en la Región Metropolitana. Lo que antes era un sitio cercado, que tal vez algún día sea reclamado por algún ministerio para construir un edificio estatal, es hoy la plaza de juegos de cientos de niños que viven en las numerosas torres que lo rodean. Es, además, un espacio con arte urbano, plantas, banquitos, carros de comida, mesas y más. Un notable espacio público realizado con muy bajo presupuesto, que es otra de las características del urbanismo táctico: pocos recursos, lo que se suma a la experimentación intensiva, al uso de elementos que podrían perfectamente ser llevados de un lado a otro y a una conquista gradual de espacios que, tal vez, permanezcan para siempre como territorios ganados por los ciudadanos.
Y si hay plazas de bolsillo, ¿por qué no canchas con el mismo apellido? Actualmente se preparan dos de esos espacios en Recoleta y Santiago: canchas irregulares en sitios abandonados que con poca inversión se transformarán en coloridas multi canchas, donde el verde normativo del deporte será reemplazado por una paleta de tomos más lúdicos. ¿Y los parklets? Son una especie de plazas portátiles, como la que hay en San Diego con Alonso de Ovalle. Un container que se abre de día para transformarse en mini plaza y que en la noche queda cerrado y protegido. Es el punto de partida. Todo esto ha sucedido en poco más de 24 meses. Cuesta imaginar lo que está por venir.