Escribo esta columna el día después de las primarias y de la final del fútbol. Es lunes y hay preemergencia ambiental, la segunda del año. La ciudad está envenenada con tanto material particulado y la razón es clara: son los asados que miles de santiaguinos decidieron hacer en forma simultánea para ver el partido de Chile. No hay caso. Al chileno parece importarle más su identidad construida a base de rituales repetidos de manera irracional que el daño que le hace a sus propios hijos. Nos han dicho hasta el cansancio que no hay nada más dañino para la contaminación que la leña y el carbón, que una chimenea o una parrilla son peores que varios buses juntos, que es posible hacer el mismo asado con gas (lo que además es mucho más económico) y que incluso el pollo es cuatro veces menos nocivo en términos de CO2 que la carne de vaca. Pero ahí estamos, dale que dale con el fuego obtenido del carbón y varios kilos de vacuno arriba de la parrilla. “Somos tontos no pesados” podría ser el título perfecto para esta columna, pero no sería justo. La verdad es que somos negligentes, algo peor que la tontera. Sabemos y nos hacemos los pelotudos. Total, mi casa es mi casa, mi patio es mi patio, y mis amigos son mis amigos, así que aquí se hace lo que yo quiero. Nos sentamos en el resto y, de pasada, nos auto saboteamos a nosotros mismos. Entonces, cuando ni siquiera se puede apelar al mínimo sentido común de la gran masa, viene algo peor. Un candidato a la presidencia, que representa al actual gobierno y a algunos de los partidos políticos más grandes de Chile, un candidato que tiene posibilidades reales de ser el próximo presidente del país, dice lo siguiente. “No puedo tener la tentación sino (de) decirles que este domingo duerman tranquilos, preparen bien el asado, vean el partido con los amigos, se peguen una buena siesta después”. Así no más. Alejandro Guillier, destacado periodista, senador y el más seguro rival de Sebastián Piñera en noviembre, invitó a sus partidarios a hacer un asado multitudinario. ¿Podemos exigir del ciudadano promedio conductas responsables cuando nuestros líderes, los mismos que aspiran a dirigirnos, no están conscientes del daño que pueden provocar con sus palabras? ¿Entienden los candidatos a la presidencia y sus equipos de apoyo la gravedad de la contaminación en Santiago y en el sur de Chile? Me habría gustado usar este espacio para hacer algunas propuestas de gobierno metropolitano, de planificación urbana, de diseño de ciudad a los candidatos post realización de las primarias, pero siento que estamos mucho más atrás como para darme ese lujo. Necesitamos liderazgo, conocimiento y empatía respecto de los temas que hoy son prioritarios en las grandes conurbaciones. Necesitamos autoridades que estudien sobre ciudad, que manejen conceptos mínimos sobre urbanismo, que pedaleen en las ciclovías, usen el metro, tomen micros, o que al menos se rodeen de gente que sí lo hace. En un país donde no hay elección democrática de intendentes, donde no hay alcaldes mayores que pueden tomar decisiones macro, donde los ministros que están en La Moneda deciden el destino de las ciudades del país, nos llora que el próximo presidente de Chile se interese en profundidad en temas de movilidad sustentable, manejo de basura, contaminación, desarrollo de espacios públicos y que maneje la discusión entre densidad y extensión urbana. Son temas en los cuales requerimos seriedad, dedicación, madurez y altura de miras. Nada peor que las bromas sobre temas serios. Liderazgo es lo que nos llora.