diana
diana

Que vuelvan los Delta

Fue la mejor invitación que me hicieron en mi adolescencia. Como era amigo del hijo del dueño de los Delta, la celebración de su cumpleaños número once fue en el mítico Delta 1 de Apoquindo, al lado del Omnium y de la desaparecida Scuola Italiana. Era 1980, los flippers y los arcades eran grito y plata, y todos (o casi) habían jugado alguna vez en el Golden Arrow, el Galaga, el Xevious o el Speed Racer. Pero eran tiempos frugales, pobres, era ese Chile que ahora tan bien retrata la serie “Los 80”. Y, claro, comprar un par de fichas para jugar implicaba ahorrar más de una mesada. Por eso no puedo olvidar el cumpleaños: nos regalaron 50 fichas a cada invitado. Era la riqueza en estado puro, la excusa para la dilapidación tecnológica, pues la instrucción era usarlas durante esa tarde y abusar de los videojuegos. Qué día más memorable. Y cómo se extrañan los Delta. Estaban en todos lados. En Santiago, en regiones, en la playa durante el verano. Además, había que ir por ellos. Uno caminaba o se tomaba la micro, llevaba un par de casetes para escuchar en el personal etéreo, y empezaba la aventura urbana de ir al Delta. En el camino conocías gente y mirabas Santiago a través de los vidrios rayados de la Villa El Dorado o la Troncal Negrete. Eran los tiempos en que digital no era sinónimo de antisocial. Tal cual lo recuerda el sitio www.terceracultura.cl en el artículo #Soydelageneración Delta, había algunos que iban a comprar a Panamtur un ventilador chico, esos de las abuelitas en misa, y lo usaban para correr más rápido en el Hyper Olimpics, quizá uno de los mejores juegos de video de todos los tiempos. Así como no faltó el que estaba en el Delta 8 para el terremoto del 85, cuando todos los flippers hicieron tilt al mismo tiempo, mientras en la radio Concierto sonaba “The Reflex” de Duran Duran. Esos hijos del Space Invaders y el Pac Man somos los que todavía llamamos “Flippers” a los locales de juegos de video, los mismos que debutamos jugando Pong y después nos hicimos adictos al Tetris, los que jugábamos Elevator Action y Moon Patrol. Somos los que, si hoy tenemos la plata, podemos ser capaces de gastarnos una millonada en una de esas máquinas con tal de tenerla en la casa. Somos los que extrañamos, añoramos y recordamos a los Delta como una de las mejores etapas de nuestra vida.