Vas manejando por la Autopista Central y, a la altura de Departamental, alcanzas a divisar unas figuras gigantes dibujadas en varios edificios. Llegas a tu casa y googleas hasta que encuentras algo llamado Museo a Cielo Abierto. Decides ir el fin de semana a ver de qué se trata. Llegas a la comuna de San Miguel, empiezas a caminar por los blocks de edificios que están entre la autopista y la calle Gauss, y te das cuenta de que no conoces Santiago. Que no puede ser que esto exista y que tú jamás escuchaste siquiera hablar de tamaña empresa artística. Vas recorriendo uno por uno los 27 murales de ochenta metros cuadrados y rápidamente entiendes lo que es el graffiti cuando se transforma en arte. Ves retratados a Los Prisioneros y claro, te acuerdas que esa es la comuna de la que salieron. Te impresionas con la cabeza de un caballo, extraordinariamente dibujada, y alguien te dice que eso lo hizo un belga llamado Roa. Más tarde averiguarás que se trata de un graffitero peso pesado a nivel mundial. En poco más de una hora has observado todos los murales y algo te queda muy claro: ésta es la mayor expresión colectiva de arte callejero en Chile. Te produce admiración saber que son los propios vecinos los que imaginaron, desarrollaron y lideraron este museo sin techo. Que postularon a un Fondart, lo ganaron, y que el dinero que les dieron, que debiera haber alcanzado para diez edificios, sirvió casi para el triple. Te prometes volver, difundirlo y contarle a cada persona que conozcas que Santiago es una ciudad sorprendente. Después de conocer el Museo a Cielo Abierto en San Miguel, argumentos te sobran.