Rodrigo Marín Matamoros
Rodrigo Marín Matamoros

Murales que se extrañan en Santiago

Justo por estos dos días ocurrren dos hechos que obligan a mirar al pasado de nuestro arte público. Por una parte, el muralista peruano, Elliot Tupac, acaba de inaugurar una obra en el Museo a Cielo Abierto en San Miguel. Debiera ser su segundo trabajo en Santiago (tercero en rigor, porque tiene uno en el Centro Cultural de España, pero no da a la calle), sin embargo en 2014 el precioso mural que hizo en el río Mapocho para el Festival Hecho en Casa fue borrado. Se podía leer «Equilibrio» y apreciar los colores cítricos que caracterizan al muralismo chicha, sin embargo una negligencia de autoridades municipales lo condenó a la desaparición. Por otra parte, nos hemos enterado recientemente de la demolición del Hogar Hipódromo Chile (1942), una joya de la arquitectura moderna, y donde hasta hace algunos años se podía contemplar una obra del gran muralista mexicano, Xavier Guerrero, el mismo que pintó junto a David Alfaro Siqueiros en la Escuela de México de Chillán. Y ya que hablamos de murales que se extrañan, imposible no recordar el trabajo de Nemesio Antúnez en el edificio del UNCTAD III (actual GAM), para la entrada al casino y cafetería. Allí, Antúnez usó franjas de mosaico claras y oscuras que contrastaban entre sí en piso, paredes y techo. Al igual que decenas de obras de arte hechas para ese espacio que albergaría la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo, el trabajo de Nemesio fue eliminado. Mucho más reciente es la nostalgia por el muro de Thierry Noir que separaba un sitio eriazo de la calle Lastarria. Allí, este artista nacido en Francia y que se hizo mundialmente famoso por ser el primero en pintar el muro de Berlín, dejó su sello con un lúdico trabajo que fue demolido cuando el lugar fue comprado para ser construido.