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La inolvidable laguna del Parque Forestal

El Mapocho alguna vez fue navegable. Al menos, el agua del río permitió que a principios del siglo pasado se creara una laguna en pleno Parque Forestal, frente al Museo de Bellas Artes. Seguramente muchas veces han visto el conocido Castillito del Parque, el cual se acaba de inaugurar como bar y restaurante. Pues ese era justamente el lugar donde hace más de cien años estaba la administración de la antigua laguna. Este espacio de agua, tan lindo como elegante, era el epicentro del Parque Forestal, un proyecto de 17 hectáreas ganadas al río gracias a su canalización y que desarrolló el ingeniero y paisajista Georges Dubois. Se empezó a construir en el año 1900 debido a la visión del Intendente Enrique Cousiño. Ya en 1905, el Parque Forestal tenía más de un kilómetro de largo y casi 200 metros de ancho, espacio donde se plantaron unos ocho mil árboles, incluidos los plátanos orientales que se mantienen hasta hoy. Para el fundador de la productora cultural Giroscopio, José Alberto Bravo, “la laguna era uno de los principales atractivos del parque. En ella, las parejas podían pasear en botecitos a remo y servía, además, como un gran espejo de agua que exaltaba el flamante Museo de Bellas Artes. Tan clara era esta función y tan noble el resultado, que la colonia y el estado francés instalaron, en el eje entre el museo y la laguna, su hasta hoy reconocible monumento-regalo para el Centenario del país», le explicaba al diario La Tercera. El regalo al que se refiere es ese monumento vertical que está en la Plaza París, justo frente a las puertas del Museo, apenas uno cruza la calle. Y agrega un dato importante: «La laguna se vació en la década del 40 por motivos sanitarios, pero por todas partes quedaron huellas de su existencia. De hecho, sólo le falta el agua: la depresión que la conformaba aún se puede reconocer en el parque actual, al igual que su costanera y uno de sus puentes. En la esquina norponiente, por ejemplo, aún se encuentra el muro que hacía las veces de embarcadero y del que aún cuelgan algunas de las argollas en que se amarraban los botes. Y un poco más allá está el misterioso Castillito, que no era otra cosa que el lugar donde se arrendaban los botes y donde se controlaba, además, la compuerta de descarga en el Río Mapocho». No siempre todo tiempo pasado fue mejor. Pero en este caso, no hay duda. Santiago sería una ciudad aún más distinguida y atractiva si todavía existiera la laguna del Parque Forestal.

Lamentablemente, en 1944. Además de Dubois, trabajó en la construcción de este parque el ingeniero paisajista Guillermo Renner, quien vio la obra totalmente concluida en 1920. Sólo poco tiempo después de su inauguración en 1905, el Parque ya era un centro obligado de reunión social de Santiago, paseo y ‘la pereza de estudiantes e impacientes enamorados’ (de la Revista Zig-Zag del 9 de septiembre de 1905), revitalizó además sus bordes, donde comenzaron a construirse importantes residencias particulares.