No es fácil. Porque prácticamente no se ve. “La geometría de la conciencia”, obra de Alfredo Jaar -el artista chileno vivo más prestigioso en el ámbito internacional- es una de las joyas del Museo de la Memoria. Pero hay que estar dateado, preguntar por ella, esperar que te abran una especie de bóveda en el subsuelo, que luego te dejen solo (o con tus acompañantes), te encierren, te apaguen la luz, te quedes a oscuras por una larga cantidad de segundos y entonces, en ese momento, la obra te encandile, choque con tus neuronas y se quede pegada en tu retina. Al principio no puedes distinguir lo que ves porque estás cegado, pero pronto empiezas a percibir siluetas. Diez, veinte, cincuenta, cien, quinientas en total. Los espejos que hay en la sala multiplican ese número hasta el infinito. La experiencia es multisensorial, extraña, emotiva y fría al mismo tiempo. Cada uno, ya sean niños o adultos, lo gozan y lo entienden a su manera. No hay saber para ver lo que crea Jaar. No es requisito. Pero si se escarba un poco, uno se entera que ese medio millar de siluetas pertenecen a detenidos desaparecidos así como a personas que están vivas. “Los desaparecidos y los que quedan”, explica Adriana Valdés, crítica de artes visuales. “Se refiere a la pérdida para la vida del país, y se abre a la experiencia humana universal de la muerte, la desaparición, el recuerdo y la presencia”, complementa. ¿Obra? ¿Instalación? Mejor digamos que “La geometría de la conciencia” es una experiencia incomparable. Sumemos que le pertenece a nuestro Premio Nacional de Artes Plásticas 2013. Y agreguemos que no es nada de fácil apreciar trabajos de Alfredo Jaar en Chile. Razones suficientes para declarar a esta desconocida pieza de arte como un imperdible en su máxima categoría.
Geometría de la Conciencia de Alfredo Jaar #Hoy #MuseosDeMedianoche Explanada del museo. pic.twitter.com/W8CLxuw1vD
— Museo de la Memoria (@MuseoMemoriaCL) October 26, 2013