Inti Castro es un genio. Un artista de muros, de pinturas que cambian ese trozo de la urbe que él interviene, que ha logrado reconocimiento internacional. Inti ha pintado edificios en Suecia, Líbano, Francia, Polonia, Noruega, Perú, Bolivia y, por supuesto, en su Valparaíso natal. Así como en el Museo a Cielo Abierto en San Miguel, Santiago. Un artista de nivel mundial, cuyo nombre no es todavía suficientemente conocido en Chile. Es fácil entenderlo: en Europa y en Estados Unidos la valoración social hacia los grafiteros y muralistas es mucho mayor que la que existe en Latinoamérica, con excepción de Brasil y México. Pero cuando se trata del trabajo de Inti, no es necesario tener cultura de mural. Basta ver su extraordinario arte, la manera en que pinta superficies gigantescas con un color y un sello absolutamente propio, para entender porqué es chileno número uno en el mundo del street art. Recién admitido en el club de los treintañeros, lo cierto es que Inti lleva más de la mitad de su vida pintando. Claro que esa figura que caracteriza su trabajo actual, el bufón altiplánico conocido como kusillo, apareció en sus obras hace no más de cuatro años.
“En el Carnaval de Oruro, los bailarines hacen sus trajes con muy poco. Me marcó esa riqueza creativa y me encanté con los personajes. Me apropié del bufón que he ido transformando hasta hacerlo mío. Mi pintura refleja lo que es Latinoamérica, donde el sincretismo es clave, la mezcla de la cultura española con la precolombina es potente”, le explicaba el artista al diario La Tercera, en un artículo donde también reconocía la influencia de la Brigada Ramona Parra, al colectivo DVE Crew y a los brasileños Os Gemeos. Invitado habitual en festivales internacionales de intervención urbana, ya es hora de que Inti sea ovacionado en su casa como lo que es: una estrella.