Una construcción magnífica. Como nunca hubo otra en Santiago. El Palacio Concha Cazotte tenía tres mil quinientos metros cuadrados de superficie y la quinta donde se alzaba estaba en plena Alameda, limitando al norte con la calle Erasmo Escala, al poniente con el Liceo de Aplicaciones y el oriente con el Palacio Elguín. Se terminó de levantar en 1875 siguiendo el diseño de Teodoro Burchard (Basílica de El Salvador, El Mercurio de Valparaíso, Palacio Elguín). Lo mandó a construir el magnate de la minería, José Díaz Gana. Exigió maderas exóticas para los cielos, el parqué y la boiserie de los muros; muebles a medida, diez arañas de Baccarat y veinte apliques de cristal para decorar los muros de los principales salones, chimeneas de mármol, broce, ónix y otra con incrustaciones de nácar. Y para el parque, cascadas, una laguna artificial, un cerro, grutas y valiosas esculturas, así como árboles traídos de todas partes del mundo. Pero la crisis económica obligó a su dueño a vender el palacio a Enrique Concha y Toro, quien se lo regaló como obsequio de matrimonio a su mujer, Teresa Cazotte Alcalde. “Juntos alhajaron el palacio con gran lujo, trayendo numerosas esculturas de Europa, entre las que se podían contar dos Venus de mármol de carrara, bronces de artistas como Aizelin, Quintor y Dubois; y diversas pinturas de los siglos 16, 17 y 18, formando una importante colección, con obras de Rubens, Barbieri, Berghen, José Rivera, Le Bourguignon y Alonso Cano. El matrimonio además realizó reformas a la mansión, dotándola de dos enormes minaretes que sobrepasaban las cúpulas, y que eran visibles desde la Alameda, entre las hermosas rejas y los añosos árboles del parque” explican en el blog de Brugmann Restauradores. Lamentablemente, la historia tiene un final triste, pues esta extraordinaria casa fue demolida en 1932. ¿Qué hay allí ahora? Prácticamente el barrio Concha y Toro completo, ya que en 1922 la viuda de Concha y Toro decidió lotear toda la chacra de la familia. El asunto remataría con la destrucción de la mansión de estilo morisco que, durante mucho tiempo, fue el epicentro de la vida social santiaguina. Tanto así que hasta hoy se recuerda el 15 de octubre de 1912, fecha que quedó en la memoria por el deslumbrante baile que ofreció la dueña de casa en honor a su santo. “Ese día la Alameda de las delicias se llenó de carruajes que trasladaban a lo más selecto de la sociedad chilena hacia calle Brasil, donde las enormes rejas con puntas doradas del Palacio se abrieron para recibir a los más exóticos personajes, en un eterno desfile de plumas, sedas y encajes, brillantes y esmeraldas, carey, perlas, pelucas blancas, cascos militares, velos y grandes sombreros. Pasando la pileta central, y subiendo las enormes escalinatas de mármol blanco, los dueños de casa esperaban a sus invitados”, describen en el ya citado blog. No sólo nos perdimos una de las construcciones más excepcionales de nuestra historia urbana, sino que junto con la casa se fueron todos los recuerdos del glamour más desenfrenado que ha vivido Santiago. Que las fotos sirvan de testimonio.
Palacio de Concha-Cazotte en la Alameda de Las Delicias, año 1912.
Actual Barrio Concha y Toro de Santiago de Chile.
(Demolido en 1935) pic.twitter.com/comzzXRDpD— Alberto Sironvalle (@alb0black) October 18, 2017