A veces los árboles no dejan ver el bosque. En este caso, los árboles son los rayados y los carteles. Y el bosque vendría siendo el mural cinético que en 1971 diseñaron y construyeron los artistas Carlos Ortúzar, Iván Vial y Eduardo Martínez Bonati. Ahí está, en pleno de corazón de la ciudad, pero muchos pasan por su lado sin notarlo. Es la obra que decora los muros laterales del paso bajo nivel de Santa Lucía. En total, son 2.647 metros cuadrados de mosaicos de vidrio y cerámica. Hasta se puede ver la marca de los mosaicos: IRMIR, la única empresa que proveía estos materiales (todos los mosaicos del metro vienen de aquí), pero que lamentablemente dejó de existir en 1978. Con su particular forma, el mural se extiende por todas las paredes del paso bajo nivel Santa Lucía, tanto por la entrada de Agustinas como por las salidas de Diagonal Paraguay y Carmen. ¿Cómo llegaron estos tres artistas a realizar este proyecto? Ganaron el concurso que fue organizado por la Corporación de Mejoramiento Urbano (Cormu), cuando terminaba el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Y no crean que su ejecución fue fácil.
“Veníamos un par de veces a la semana durante tres meses para apoyar el diseño y la ejecución. A veces el paso sobre nivel se cerraba para que trabajáramos, pero otras no. Pasaban las micros antiguas haciendo carrera y teníamos que pegarnos lo más posible al muro”, recuerda Eduardo Martínez Bonati en un artículo de Darío Zambra para el diario La Tercera. Los ayudó un grupo de maestros de la fábrica que auspició el concurso. ¿Por qué optaron por el arte cinético, ese estilo que ha hecho famosa a Matilde Pérez? “Está basado en un análisis de las condiciones de los automovilistas. Como ésta es una vía de tránsito rápido, los automovilistas no pueden detenerse a mirar una obra y por eso lo que hicimos fueron líneas subliminales que dieran la impresión de cambio mientras se conduce. Es algo sencillo y que no requiere más atención que la subliminal”, cuenta Martínez Bonati, el mismo que hizo hermosos murales de bajorrelieve en varios lugares emblemáticos.
Hoy, este fantástico y gigantesco mural necesita una restauración urgente. Se habla de una suma que bordea los 200 millones de pesos. Y hay esperanzas: la actual alcaldesa de Santiago dijo en marzo del año pasado que el mural “tiene un gran valor urbanístico porque se hizo en una época donde el arte se estaba incorporando a la ciudad”. Sin duda, arte y ciudad son dos palabras que cada día debiéramos ver más cerca, más juntas, en una simbiosis total.