La historia es la siguiente. Me encontraba tomándole fotos a una escultura de Sergio Castillo en Vicuña Mackenna, esa que se llama “Génesis”, cuando un doctor (era lo que supuse pues se trataba de un señor con cotona blanca) me pregunta porqué me interesa esa obra. Le contesto que soy fanático del trabajo de Castillo y me pregunta si ya conocí las otras obras del artista que están adentro. ¿Adentro de qué? le pregunto. “Adentro del hospital”, me contesta. Claro, yo estaba tomando fotos justo frente a una de las entradas del Hospital del Trabajador pero ni me había preocupado del edificio en cuestión. “Hay mucho arte aquí adentro”, agregó el doctor y me ofreció un pequeño recorrido guiado. Lo acepté gustoso. No llevaba ni dos minutos en el primer piso del Hospital del Trabajador y ya había visto un mural de Claudio Di Girólamo, dos esculturas más de Castillo, un cuadro gigante de Rodolfo Opazo y un mural de la Brigada Ramona Parra. No podía creerlo. Seguí recorriendo sus dependencias y prácticamente cada sala, cada pasillo, cada rincón de este gran hospital tenía espacio para el arte. En el casino, un mural de Samy Benmayor. En la zona de habitaciones para enfermos, esculturas de Roberto Polhammer, Francisa Cerda, Jaime Antúnez, Patricia Vargas y Cecilia Campos. En la oficina de gerencia, un cuadro de Mario Toral. Y del mismo artista, un fantástico mural en la sala de espera de Urgencia. En la sala de espera de Radiografía, un cuadro de José Balmes. En la capilla, tres cuadros de Claudio Di Girólamo. En total, 80 artistas y 116 obras repartidas entre el hospital y sus sucursales de provincia, pero mayoritariamente concentradas en el recinto de Ramón Carnicer 185, inaugurado en 1971 y de propiedad de la Asociación Chilena de Seguridad. De hecho, fue Eugenio Heiremans, su histórico presidente ejecutivo por más de 50 años y quien sólo dejó el cargo meses antes de su muerte en diciembre de 2010, el gran gestor del arte en la ACHS. “En el costo de un edificio, un bonito mural no tiene mayor significado. Sin embargo, cambia absolutamente el aspecto de la construcción y le da al trabajador la posibilidad de conocer el arte chileno y estar en un ambiente más agradable, más grato. A raíz de ello, tenemos una colección de pinturas contemporáneas chilenas que también es la más completa”, decía en una entrevista de hace algunos años. Y tiene razón. No hay otro recinto en Chile que junte tanto arte contemporáneo en un solo lugar. Ni se le ocurra pensar en el MAC: el 100% de su colección está guardada en alguna bodega por razones que sólo el MAC conoce. Por eso, si quiere maravillarse con grandes obras de grandes artistas chilenos, vaya al Hospital del Trabajador. Antes, pase por la estación Baquedano del metro, pues tanto la escultura “El sitio de las cosas” de Pablo Rivera como el gigantesco mural “Vida y trabajo” del Mono González que están ahí son prolongaciones de lo que verá en el centro de salud. Y si le toca cruzar la calle y conocer las oficinas de la ACHS, más toneladas de arte se aparecerán frente a sus ojos. Qué bien. Qué placer. Qué contundente ejemplo de cómo juntar empresa y cultura.
Fotos: ellalabella.cl