El sabroso acto de encontrar un lugar. No se me ocurre un mejor concepto para explicar lo que fue toparme con Cantalao. Ocurrió este fin de semana sándwich, el del feriado por la Virgen del Carmen. Fuimos en familia a conocer la casa de Pablo Neruda en Isla Negra y, cuando nos íbamos, mi mujer recordó que hace muchos años había visto unas esculturas a medio terminar en alguna parte de Punta de Tralca. Como era ahí mismo, a un par de kilómetros, fuimos a buscarlas. Costó, pero apareció el lugar que es parte de los escritos del poeta. “Ahora bien, mi casa es la última de Cantalao, y está frente al mar estrepitoso, encajonado contra los cerros”. Así comienza “El habitante y su esperanza”, la novela breve que Neruda escribió entre 1925 y 1926, donde el premio Nobel “funda este territorio mítico de rompientes de olas y vientos que surgen desde el océano, y que corresponde a Puerto Saavedra. Muchos años después, este paisaje volvió a materializarse ante sus ojos: lo encontró en los acantilados cercanos a Isla Negra”, explican en www.fundacionneurda.org. Se trata de un lugar con una fantástica vista al Océano Pacífico, donde se pueden encontrar varias esculturas de piedra, todas inspiradas en el Canto General, que fueron trabajadas en 1987 por un grupo de jóvenes escultores de España, Gran Bretaña, Colombia, Japón y Chile, organizados por el artista nacional Francisco Gazitúa. A eso se suma una obra del 2014 llamada “Mínima Catedral”, de fierro, diseñada y construida por el artista Luis Prato Escárate y el arquitecto Ignacio Prieto. Y, claro, está la cabaña de Neruda. Dejemos que el sitio web de la fundación nos lo explique. “En 1968 Pablo Neruda compra el terreno de 4,3 hectáreas para construir la sede de su Fundación Cantalao, idea que tenía desde que donara sus libros y caracolas a la Universidad de Chile en 1954. Para tomar posesión poética del lugar, construye una cabañita de troncos, lampazos, puertas y ventanas con vidrios de colores, con orientación hacia el sur. Instala un ancla, simbolizando su intención de permanecer en el lugar…En 1972 el gobierno de Salvador Allende, junto a la Comisión Isla Negra-Pablo Neruda, encargan a la CORMU la ejecución del proyecto declarándolo de extrema urgencia. El diseño es abordado por tres arquitectos: Raúl Bulnes, Carlos Martner y Virginia Plubins, que trabajan junto al poeta. Éste modifica su idea original, para transformar Cantalao en un lugar de encuentro para artistas, escritores y científicos, en un edificio unitario que permita la realización de seminarios, exposiciones y convenciones, agregando un centro de “estudio del mar” con un acuario. Se realizan intensas reuniones semanales de los arquitectos con el poeta en la casa de Isla Negra, donde paralelamente redacta los estatutos de su Fundación Cantalao junto a sus colaboradores más cercanos: Sergio Insunza, Volodia Teitelboim y Flavián Levine. Fue importante también en ese momento, la ayuda del rector de la Universidad Católica, el arquitecto Fernando Castillo Velasco, quien aporta en el sentido de la organización y la concepción general-paisajística. Así, paso a paso, con el apoyo de las Universidades de Chile, Católica y Técnica del Estado, la CORMU, la CUT y la propia Comisión Isla Negra-Pablo Neruda, se concretan el proyecto y el financiamiento para comenzar las obras en octubre de 1973”. Aquí viene un quiebre gigante. Luego del golpe militar, las obras son destruidas, a los pocos días muere Neruda y todo queda en nada. Recién en 1987, en el marco de un evento cultural denominado Chile Vive, se hacen las esculturas de piedra que lidera Gazitúa. Y, luego, en 1990, un vecino del lugar, el ingeniero Hernán Durán, propone a la Fundación la creación de un parque ecológico. “Hoy se ha iniciado de manera muy responsable, una labor de rescate de las condiciones primitivas del lugar, recuperando su flora y fauna. El sitio fue cercado cuidadosamente con troncos y mallas, creando un portón que recuerda el primitivo de la casa de Isla Negra, para evitar el acceso de vehículos. Paralelamente, desarrollamos la idea de generar un parque ecológico y de esculturas, con un anfiteatro natural para realizar eventos poéticos, literarios y musicales. La cabaña del poeta fue fielmente reconstruida a partir de sus cimientos originales que permanecían como “huellas históricas” en el terreno. El ancla recuperó su posición vertical, señalando nuevamente la presencia de Neruda en el lugar. Estas acciones no han significado en ningún caso el olvido del proyecto que se concibió junto al poeta y fue aprobado por él: Cantalao 1973. Porque estamos “armados de una ardiente paciencia” creemos que más temprano que tarde se generarán las condiciones que nos permitan materializar el gran sueño nerudiano”. Así termina de explicar la Fundación Neruda el estado actual de este maravilloso proyecto que, aunque inconcluso, vale absolutamente la pena conocer.