Seguramente has escuchado hablar de Christo, ese artista que envuelve gigantescos edificios y cubre extensas áreas públicas. Tal vez te suena Richard Long, un británico que es leyenda viva. Ambos son exponentes del Land Art, corriente del arte contemporáneo que se traduce como “arte del paisaje” y que se hizo conocida en los años setenta. Lo que es muy probable, también, es que Lorenzo Berg no sea un nombre que aparezca de inmediato en tu memoria. Algo que debe cambiar, algo que amerita justicia, pues este chileno levantó una obra monumental en Santiago en 1964 y se adelantó de manera notable al estilo que después se haría famoso en el mundo entero. Una obra que, aunque nunca fue concluida, sigue viva y pidiendo atención por su originalidad, su tamaño y su potencia. Quizás la has visto. Está en el Parque Almagro, justo donde termina el Paseo Bulnes. La historia es así. El escultor Lorenzo Berg ganó un concurso internacional para erigir un monumento al Presidente Pedro Aguirre Cerda y la obra de su gobierno. Convencido de que las estatuas públicas no representaban la identidad chilena, acudió a tres materiales como metáfora poética de nuestro país: agua, piedra y metal. El agua, simbolizada en un gran espejo de cemento a un metro del nivel del suelo. La piedra, en siete rocas gigantescas, de entre cuatro y cinco metros de altura, de entre 18 y 75 toneladas de peso, todas traídas desde el roquedal de Montenegro. Y el metal, en una llama de cobre bruñido y barnizado de 10 metros de altura al centro del espejo de agua. Cada una de las rocas apuntaba a alguna de las principales realizaciones del ex presidente Aguirre Cerda: la CORFO, su énfasis en Educación, la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, los límites de la Antártida, la Pascua de los niños pobres, la Defensa de la raza y, finalmente, la séptima iría dedicada al mandatario con un relieve de la cabeza y terminando con la figura de dos niños. “Lo que hizo Lorenzo Berg fue una experiencia pionera del llamado land art, el arte del paisaje que debuta en los años 70”, dice Ronald Kay, autor del libro-homenaje “Un origen” sobre esta monumental obra. Ese necesario texto permite constatar el gran esfuerzo que significó extraer esas piedras desde la naturaleza, subirlas a camiones, transportarlas sesenta kilómetros, bajarlas en el centro cívico de Santiago e instalarlas. Una labor tan grande como el monumento. Y el libro ayuda a comprender, además, la injusticia cometida con Berg. El artista no pudo terminar su proyecto, pues una comisión pro monumento decidió que no era de su agrado la llama simbólica, y no se les ocurrió otra cosa que proponerle reemplazarla por una escultura de mayor relieve de Aguirre Cerda. Berg no aceptó y la comisión abolió la llama. Peor aún, a espaldas del artistas terminaron de construir el espejo de agua y el resultado fue un fracaso. Pronto, Berg sería expulsado de la Comisión y, mientras pedía un arbitraje, mandaron a hacer una escultura figurativa del presidente, que todavía está allí, a metros de las piedras gigantes, y que nada tiene que ver con el estilo del monumento. No es extraño entonces que, a más de cincuenta años de su inauguración, esta obra permanezca en el anonimato. Algo que, necesariamente, debe cambiar. Mire qué bien lo expresa el poeta Raúl Zurita: “El monumento a don Pedro Aguirre cerda de Lorenzo Berg es el único monumento de Chile que está a la altura de sus paisajes… es el único monumento de Chile que está la altura de la muerte. Por eso son piedras. Irguiéndose entonces sobre el espejo de agua que las refleja, estas siete piedras reiteran ese día inmemorial, perdido en el fondo de lo humano, en que algo vio algo semejante a estas piedras y comprendió de golpe que seguirían allí cuando él no estuviera. Es el instante en que nace la muerte. …Todo monumento es un monumento fúnebre. …Berg, como los artistas del Land Art, esculpe una voluntad. …El monumento de Lorenzo Berg es el único monumento cívico de Chile. Devolverle el rango con que fue concebido es un deber. Restaurarlo tal cual, con la llama inclusive. Estas piedras nos reprochan, nos advierten, nos corrigen, nos condenan, nos absuelven, nos llaman, nos premian, nos expulsan, nos castigan, nos recogen. Estas piedras son nuestra pietá”.